Una de las mejores armas de Satanás es hacer que después del pecado le tengamos miedo a Jesús, le tengamos miedo a Dios. Ya lo hizo con Adán y Eva que, después del pecado, se escondieron de la presencia de Dios en el jardín del Edén. Y ahora sigue utilizando la misma técnica con grandes frutos.
Que no suceda esto con nosotros, sino sepamos que cuando tenemos la desgracia de pecar es ahí donde más debemos confiar en la bondad de Jesús, en la bondad de Dios y arrojarnos en sus brazos. Porque el sediento que huye del agua, morirá de sed, y el pecador que huye de Dios que es su remedio, también se hará daño y perecerá en el abismo.
El demonio, con sus maldades, quiere a toda costa hacernos creer que Dios es malo, vengativo, y que es duro con sus hijos. Pero tenemos que tener bien en claro que Dios es un Padre todo misericordia y que si a veces nos da un escarmiento, es porque nos ama y siempre su mano es movida por el amor hacia nosotros, nunca nos quiere hacer daño. El que nos quiere hacer daño en este mundo y luego en el Infierno es el demonio, es Satanás, que sí nos odia con toda su furia y quiere apartarnos para siempre de Dios.
Entonces tratemos de no pecar, pero no tengamos miedo si pecamos porque Jesús nos perdonará y subiremos más alto que antes del pecado, así como San Pedro, después de sus negaciones, se arrepintió y subió más alto que antes.
Todo es para bien de los que aman a Dios. No tengamos miedo de Dios. No le demos el gusto a Satanás y confiemos ciegamente en Dios, en Jesús. Acerquémonos a Él humillados y doloridos pero con gran confianza en el corazón, y comprobaremos qué bueno es el Señor.
Y tengamos siempre bien en claro que los males, todos los males del mundo, no pueden venir de Dios, sino que vienen del Maligno y de los hombres unidos al diablo. Porque de Dios no puede salir nada malo, ya que Él no puede hacer el mal. Así que cuando tengamos una enfermedad o sufrimiento de algún tipo, pensemos que lo causa el demonio y no erraremos. Dios a veces permite el mal para castigarnos y sacar un bien de dicho mal.
Confiemos en Dios que es el que todo lo puede y si permite que suframos, da valor a ese sufrimiento, y nos beneficiamos nosotros y muchos hermanos a los cuales ayudamos en su redención.
¡Ave María purísima!
¡Sin pecado concebida!
Lucy del Carmen
María Medianera de todas las gracias
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