Al celebrar esta mañana en la Basílica de San Pedro la tradicional Misa en sufragio de los cardenales y obispos fallecidos durante el año, el Papa Benedicto XVI destacó que lo único que verdaderamente responde al misterio de la muerte es la esperanza en Cristo.
El Papa recordó al iniciar su homilía a los cardenales fallecidos en el último año: Avery Dulles, Pio Laghi, Stephanos II Ghattas, Stephen Kim Sou-Hwan, Paul Joseph Pham Dinh Tung, Umberto Betti y Jean Margéot, manifestando su afecto por ellos y por los obispos fallecidos en este año.
«En estos venerados hermanos –dijo Benedicto XVI– reconocemos a los siervos de los que habla la parábola evangélica, siervos fieles a los que el amo, volviendo de la boda, encuentra despiertos y preparados; pastores que han servido a la Iglesia garantizando al rebaño de Cristo los cuidados necesarios, testigos del Evangelio que, en la variedad de dones y de tareas, han dado prueba de laboriosa vigilancia, de dedicación generosa a la causa del Reino de Dios».
El Papa observó que la separación de los seres queridos es dolorosa y que la muerte es «un enigma cargado de inquietud», pero «para los creyentes, suceda cuando suceda, está iluminado siempre por «la esperanza de la inmortalidad». La fe nos sostiene en estos momentos humanamente cargados de tristeza y desaliento».
Comentando la Primera Carta de San Pedro, segunda lectura de la Misa, Benedicto XVI subrayó que ésta exhorta a los cristianos en su peregrinación terrena a «mantener viva en el corazón la perspectiva de la esperanza, de una esperanza viva, porque Dios, en su gran misericordia, nos regeneró mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos».
«Este es el motivo por el cual debemos estar «henchidos de esperanza», aunque nos afligen las penas. Si perseveramos en el bien, nuestra fe, purificada por muchas pruebas, resplandecerá un día en todo su fulgor y será para nosotros alabanza, gloria y honor, cuando Jesús se manifieste en su gloria», prosiguió el Papa.
«Aquí reside la razón de nuestra esperanza, que ya nos hace exultar de «gozo indecible y glorioso» mientras estamos en camino hacia la meta de nuestra fe: la salvación de las almas», concluyó.
aciprensa.com
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