Sólo una vez al año, pero una vez, el mundo que vemos descubre su poder oculto y se revela de alguna manera él mismo. Entonces aparecen las flores, los árboles frutales y las flores brotan, la hierba y el trigo crecen. Hay, de repente, una energía y una expansión de la vida escondida que Dios ha puesto en el mundo material. Bien, pues, esto nos es un ejemplo de lo que el mundo puede producir bajo las órdenes de Dios. Esta tierra se abrirá un día en el mundo nuevo de luz y de gloria en el que veremos los santos y los ángeles.Quien podría pensar, sin la experiencia de primaveras anteriores, quien podría concebir dos o tres meses antes que el rostro de la naturaleza que parecía muerta, llegaría a ser tan espléndido y tan variado?...
Así ocurre con aquella primavera eterna que esperan todos los cristianos. Llegará aún cuando tarde. Esperémosla, porque viene «sin tardar» (cf Hb 10,37) Por eso decimos cada día: «Que venga a nosotros tu reino» (Mt 6,10), que quiere decir: «Muéstrate, Señor, tú que estás sentado en medio de querubines, muéstrate, manifiéstate. Despliega tu poder y ven a salvarnos». (cf Sal 79,3)
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