Nuestros jóvenes creen que beber les hará más populares, más atractivos, más felices. Pero no son conscientes de que el alcohol no es tan divertido como parece.
Queridos amigos:
Si, a lo mejor no es una idea muy popular en estos tiempos, pero creo que la gran inversión educativa que estamos realizando con nuestros hijos, merece ir contracorriente, especialmente en este tema. Tenemos los medios, y por tanto, la obligación de hacer de nuestros jóvenes personas diferentes, ajenas a la mediocridad y al mal gusto; sin complejos y sin vergüenza, que no es lo mismo que sinvergüenzas; libres y valientes, que se atrevan a plantar cara a la «normalidad». En definitiva, en jóvenes extraordinarios.
Cuenta Leopoldo Abadia en uno de sus artículos que «en muchas conferencias, se levanta una señora (esto es pregunta de señoras) y dice esa frase que a mí me hace tanta gracia: «¿qué mundo les vamos a dejar a nuestros hijos?» (…) Yo suelo tener una contestación, de la que cada vez estoy más convencido: «¡y a mí, ¿qué me importa?!». Quizá suena un poco mal, pero es que, realmente, me importa muy poco».
Y el «gurú de la crisis Ninja» continua con esta anécdota: «Al acabar una conferencia la semana pasada, se me acercó una señora joven con dos hijos pequeños. Como también aquel día me habían preguntado lo del mundo que les vamos a dejar a nuestros hijos, ella me dijo que le preocupaba mucho más qué hijos íbamos a dejar a este mundo». Chapeau!
Y esto me hace pensar que el problema del consumo excesivo de alcohol de nuestros jóvenes no radica solamente en los peligros físicos que, según los expertos, tiene beber unas copas —adormecimiento progresivo de los centros cerebrales superiores, pérdida del autocontrol conductual y emocional, incoordinación muscular, afecciones cardiovasculares, complicaciones hepáticas, retrasos del crecimiento, microcefalias, delirios, coma etílico…—, sino en los efectos morales que deterioran su dignidad, el respeto hacia uno mismo, a su imagen personal y social, a su autoestima; abocándolos a la tristeza, a sentimientos de culpabilidad, y a la frustración.
Pues como bien señala el filósofo José Antonio Marina, miembro de la Fundación Alcohol y Sociedad, el consumo de alcohol y drogas se ha instalado en el circuito juvenil y no sirve decirle al joven que beber de forma abusiva va a provocarle cirrosis y problemas de salud. Hay que hacerle comprender que va a ser repudiado socialmente, que no va a saber comportarse adecuadamente.
Al fin y al cabo, ¿A quién le gusta que le recuerden las barbaridades que pudo llegar a hacer con unas copas de más, las groserías que llegó a decir a sus padres y amigos, y/o los actos vandálicos que promovió en plena borrachera?
Remedios Falaguera
almudi.org
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment