1.-Oración:Es fundamental que nos comuniquemos con Dios. Si queremos cultivar el amor en nuestra alma, y encontrar la voluntad de Dios en el día a día, tenemos que salir de nosotros mismos, renunciar a nuestros débiles propósitos y dejar que Dios nos hable. También es importante la oración de la Iglesia que se conoce con el nombre de Liturgia de las Horas u Oficio Divino. Desgraciadamente se ha olvidado la pertenencia a la Iglesia en nuestro tiempo y, en consecuencia, la oración que unidos como Iglesia, a ciertas horas del día (horas canónicas), ofrecemos a Dios nuestro trabajo, jornada, día para que el Espíritu Santo nos santifique. No olvidemos que en nuestro peregrinar en este mundo nunca estamos solos: somos una Iglesia en la cual las gracias son compartidas; en virtud de la comunión de los santos todos nos apoyamos, damos y recibimos…
2.- Sacramentos: No pueden faltar porque son los caminos más seguros para alcanzar la santidad…Con ellos todo se ve claro, el alma tiene paz y podemos oír al Señor sin interferencias….Si los olvidamos, nos vamos a transformar en protestantes ¿Por qué? Sin sacramentos nos vamos acostumbrando a pensar que “solo la fe salva”, cuando sabemos que la fe sin amor, no sirve de nada (1 Cor 13, 1-10). Por el Bautismo estamos llamados a ser santos, a vivir nuestra fe integralmente. Necesitamos también alimentarnos de Cristo en la cruz, que es la máxima expresión del Amor: es por eso que acudimos a la Eucaristía, para que no seamos nosotros, sino Cristo que habite en nuestra alma (Ga 2,20). Pero si tampoco acudimos a la confesión, los pecados comienzan a echar raíces, y un pecadito chiquito cuando nos venimos a dar cuenta, ya se ha transformado en pecado mortal. No podemos tampoco recibir al Señor sacramentado sin tener nuestra alma limpia de todo pecado; es como cuando recibimos a una persona importante. Arreglamos la mejor tenida, preparamos la mejor comida ¿Por qué no hacemos lo mismo con el Señor, más cuando se trata de nuestra alma?
3.- La Sagrada Escritura: Como católicos tenemos una deuda con la Palabra de Dios. Como sabemos, la Santa Misa puede dividirse en dos partes: Liturgia de la Palabra y Liturgia Eucarística. Pues bien, la primera de ellas corresponde a la voz de Dios, el Señor que nos va hablando en las lecturas y Evangelios que cada día están puestos para que nos lleguen al corazón, y nos vayan transformando interiormente. Muy recomendable es la Lectio Divina o “Lectura Orante”, que consiste en hacer una lectura no literal de la Biblia, sino trascendentemente. Nos podemos preguntar al leer un texto, ¿Qué nos quiere decir el Señor en este pasaje? ¿Qué nos está pidiendo el Señor en este momento? Nunca olvidemos que la interpretación de la Escritura corresponde al Magisterio de la Iglesia, y en la medida que nosotros seamos fieles a la Iglesia, somos fieles a las palabras de Jesús.
4.- Los pobres: Fundamental es amar al prójimo. El Señor nos ha dicho que Él está en el primer lugar: debemos amar a Dios por sobre todas las cosas. Pero este amor a Dios tiene que expresarse en el amor a nuestros semejantes. No tendrá sentido amar a Dios si maltratamos a las personas que a diario nos toca convivir. Pero el amor de Dios nos pide aún más: la Escritura nos dice que Cristo está en el más necesitado, en la persona que sufre, en el que el mundo rechaza, ahí está Cristo…Si meditamos estas palabras que son impresionantes, nos daremos cuenta qué armonía hay entre el amor a Dios y el amor al prójimo: “Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber “(Mt 25,35).
5.- La Virgen María: Las encíclicas de los Santos Padres terminan siempre maravillosamente: con palabras a María…Sí, porque ella es la Madre del Señor, la mediadora de todas las gracias. Me atrevería a decir que nuestra santidad está incompleta sin que tengamos en cuenta a la madre del Señor. Los santos llegaron a niveles de oración, de conexión con Cristo tan altos, gracias a María…Al ser el único ser sin pecado concebido, es también el ser humano, como nosotros, que más se parece a Cristo…Tenemos el camino mucho más liviano si acudimos a María, en las dificultades, en el sufrimiento, en tantas cosas…Si nos falta fe, le pedimos a ella que interceda; incluso si nos cuesta acercarnos a María, no tengamos miedo que, como dice una linda canción “aunque nuestro amor le falte nunca deja ella de amar”
Estos cinco puntos son irrenunciables para un católico que busca la santidad. Por cierto es una guía que puede hacerse de mejor manera, más completa, pero siempre toda nuestra fe se reducirá inevitablemente a estos puntos. De ellos depende cuánto amor haya en nuestra alma. Pidámosle entonces al Señor que nos ayude a reconocerlos en nuestras vidas y con su ayuda, mejorar cada día más.
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