El Papa comenzó su discurso a la embajadora de Filipinas asegurando su cercanía espiritual a las víctimas del tifón Ketsana, que asoló recientemente ese país y manifestó su confianza en que la «fe del pueblo filipino, que les da resistencia para afrontar cualquier infortunio o dificultad, haga crecer en ellos el deseo de participar todavía más fervientemente en la tarea mundial de construir una civilización del amor cuyas semillas Dios ha sembrado en toda persona y cultura».
Tras elogiar las nuevas iniciativas de desarrollo en Filipinas, entre ellas la reforma de los programas de ayuda social, Benedicto XVI resaltó que esos programas están orientados «en primer lugar a mejorar las condiciones actuales de vida de los más pobres, capacitándolos para cumplir sus responsabilidades con sus familias y los deberes como miembros de una comunidad más amplia. Sobre todo, la lucha contra la pobreza exige honradez, integridad y fidelidad inquebrantable a los principios de justicia, especialmente por parte de los encargados directamente del gobierno y de la administración pública».
Finalmente el Santo Padre destacó que «en una época donde el nombre de Dios se usa abusivamente por algunos grupos, la labor de caridad reviste una urgencia particular, sobre todo en las regiones que han sido víctimas de conflictos», y alabó «los valientes pasos» que ha dado Filipinas para «fomentar la reconciliación y la comprensión mutua», mencionando en este sentido la tarea de la Bishops Ulama Conference y la de la Mindanao People's Conference.
Países Bajos
En su discurso a la embajadora de Países Bajos, el Pontífice señaló que «si bien parte de la población holandesa se declara agnóstica o incluso atea, más de la mitad profesa el cristianismo y el creciente número de inmigrantes que siguen otras tradiciones religiosas hace más necesario que nunca para las autoridades civiles reconocer el papel de la religión en la sociedad holandesa».
En este contexto, el Papa recordó que en ese país las escuelas confesionales «reciben ayuda estatal, dado que están llamadas a dar una aportación significativa a la comprensión mutua y a la cohesión social, transmitiendo los valores que están enraizados en una visión trascendental de la dignidad humana».
Seguidamente Benedicto XVI explicó que «a este respecto, todavía más fundamentales que las escuelas son las familias, construidas sobre la base de un matrimonio estable y fructuoso entre un hombre y una mujer. La Iglesia Católica en su país se siente orgullosa de jugar el papel que le corresponde en la ayuda y la promoción de una vida familiar estable, como afirmó recientemente la Conferencia Episcopal en un documento pastoral».
«Espero fervientemente que la aportación de la Iglesia Católica al debate ético se escuche y se siga en todos los sectores de la sociedad holandesa para que la noble cultura que ha caracterizado durante siglos a su país siga siendo conocida por su solidaridad con los más pobres y vulnerables, su promoción de la libertad auténtica y su respeto por la dignidad y el valor inestimable de toda vida humana», concluyó.
aciprensa.com
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