El cariño por uno mismo, el respeto por tu propia persona y la convicción de tu dignidad como hijo de Dios pueden ser los cimientos para ser mejor.
¿Por qué algunas mujeres seremos incapaces de conducir la propia vida?, ¿por qué hay mujeres que siendo capaces en el campo profesional, se sienten abandonadas en la vida sentimental o familiar?, ¿por qué a pesar de vivir una filiación divina no son capaces de tener un diálogo abierto con su pareja para expresar aquello que las hace sentirse incómodas?
Y, ¿qué decir de aquellas que aspiran a un mejor empleo pero no tienen la valentía de ir por él?, ¿Cuál es ese pilar dentro de nuestra educación para la vida que necesitamos re-descubrir o simplemente reforzar?
La autoestima
Como parte de la educación humana sobre todo en la mujer en estos tiempos de competencia, atención extrema a la juventud, la belleza y conquista de una carrera profesional muchas veces está ausente, y nos encontraremos a partir de la adolescencia con una joven mujer que se enfrentará a la vida con un puñado de inseguridades, con dudas fuertes acerca de sus propias capacidades y poco consciente de su individualidad e irrepetibilidad como un don de Dios. ¿La lleva la ignorancia de este pilar del desarrollo humano, o sea la autoestima a la necesidad de ser conducida o a limitarse ella misma?
Cuando abogo por la necesidad de autoestima, no estoy pensando, bajo ningún concepto, en un modelo de personalidad narcisista, egoísta, que busca únicamente la conquista de sus derechos o afirmación de sus propios merecimientos. Estoy queriendo decirte amiga mía que el cariño por uno mismo, el respeto por tu propia persona y la convicción de tu dignidad deben estar vertebrando todo tu mundo interior, ese reducto íntimo que toda mujer tiene, y que te hace consciente de una realidad que te corresponde cuando piensas en ti misma.
¿Qué realidad? La de ser potencialmente portadora de la vida, transmisora de tradiciones y valores, corazón de la sociedad, lluvia incansable de generosidad para configurar una nueva cultura de amor y servicio en el mundo.
Inteligencia, Corazón y Voluntad
Según la gran filósofa Edith Stein, es necesaria la formación de las diversas fuerzas del organismo humano de tal modo que cuerpo y alma vivan en armonía y no se produzca un desarrollo unilateral en contra de la otra parte. No se deben olvidar las más altas potencias y dones: razón, corazón y voluntad tienen que ser consideradas de tal modo que la razón sea la luz que indique el camino a las otras, afirma. La propia individualidad es descubierta a través de la luz de mi propia inteligencia (esta soy yo y no otra; mi nombre es mío, mi historia es única e irrepetible como lo soy yo, y mi paso por el mundo tiene un sentido único para mí misma); mi inteligencia en primer lugar deberá estar orientada a Dios para desde Él poder aceptarme y amarme como tal a nivel físico, psicológico y espiritual (Dios y su amor hacia mí será la raíz y final de mi autoestima, por lo tanto será un amor humilde y recto) y con mi voluntad fortalecida por el Espíritu Divino, aprenderé a tener una relación sana conmigo misma y me sentiré capaz de realizar todas aquellas cosas a las cuales como mujer, ama de casa o profesional aspiro.
La autoestima vista así, forma parte de nuestra educación humana siempre partiendo desde el principio de ser Hija de Dios. Nuestra seguridad viene de Él y nuestro valor (dignidad) descansa en Él.
En estos tiempos en que la mujer de finales de siglo ha sido destacada de una forma que para nada le ayuda a descubrir su esencia y acudir al llamado divino de humanizar la sociedad se hace necesario la educación en la necesidad que tiene el hombre humanamente de ser educado en el soporte de este principio de la autoestima.
Sin embargo, notamos contradicción entre el desarrollo de nuestra autoestima humana y la urgencia que se nos hace desde la Iglesia a ser más entregadas, más sacrificadas, más serviciales, más olvidadas de nosotras mismas y nuestras necesidades. ¿Cómo se logra hacer compatibles auto-estima y el olvido de sí misma?
1- Ten una vida interior rica: a mayor diálogo y conocimiento de Jesús vas descubriendo tus propios defectos y temores y adquieres mayor capacidad para no pensar demasiado en las ocasiones en que tu autoestima se pueda ver afectada; si la situación por la que pasas es tan fuerte que daña tu dimensión emocional tendrás la seguridad que la misma será renovada muy pronto porque El Buen Pastor cura y sana todas nuestras heridas.
2- Ante la pérdida de un empleo, el rompimiento de una relación amorosa, el fracaso en el deporte, etc. Factores que pueden afectar el nivel de nuestra autoestima humana, dirige tu Mirada al cielo y ofrece tu dolor, tu fracaso o tristeza para acompañar a Jesús en la cruz. Esto te alejará de estar centrada en tu dimensión emocional pues saldrás de ti misma y estarás actuando desde tu dimensión espiritual. La confianza en ti misma volverá a su punto de equilibrio.
3- Aprende a tener una relación de amistad profunda con María de Nazareth. Ella te enseñara a ser la mujer que debes ser, a estar olvidada de tus derechos y más enfocada en las necesidades de los demás. Esto requerirá la certeza profunda de que estamos aquí para servir y enseñar lo que es el amor. Con esta certeza no abra conflictos de autoestima.
Puedo concluir diciéndote que es importante fortalecer nuestra autoestima o interiorizarla en nuestros hijos desde que son muy pequeños ya que debido a la alta cantidad de modelos falsos que tenemos muchas veces nos vemos confundidas y ponemos nuestro valor como personas simplemente en cosas y no en la vivencia de sentirse poseedora del más grande de todos los privilegios. Somos Hijas de Dios y es el conocimiento de este hecho el que nos debe motivar y guiar a conocer lo que somos, aceptar las capacidades y dones que tenemos para dar a los demás y ser depósitos de una alegría sobrenatural que no puede venir dada por posesiones materiales, belleza o éxitos profesionales. Una alegría que viene únicamente de vivirse y amarse como una mujer original, e irrepetible cuya alma está hecha para la eternidad y que conoce que los conflictos, sufrimientos y pesares forman parte de ese viaje único e irrepetible que le permitirá llegar a ella.
iglesia.org
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