Testimonios de quienes han visto el infierno
Visión del infierno de Santa Faustina Kowalska, según lo escribió en su diario:
"Hoy, fui llevada por un ángel a las profundidades del infierno. Es un lugar de gran tortura; ¡qué imponentemente grande y extenso es! Los tipos de torturas que vi: la primera que constituye el infierno es la pérdida de Dios; la segunda es el eterno remordimiento de conciencia; la tercera es que la condición de uno nunca cambiará; (160) la cuarta es el fuego que penetra el alma sin destruirla; es un sufrimiento terrible, ya que es un fuego completamente espiritual, encendido por el enojo de Dios; la quinta tortura es la continua oscuridad y un terrible olor sofocante y, a pesar de la oscuridad, los demonios y las almas de los condenados se ven unos a otros y ven todo el mal, el propio y el del resto; la sexta tortura es la compañía constante de Satanás; la séptima es la horrible desesperación, el odio de Dios, las palabras viles, maldiciones y blasfemias. Éstas son las torturas sufridas por todos los condenado juntos, pero ése no es el extremo de los sufrimientos. Hay torturas especiales destinadas para las almas particulares. Éstos son los tormentos de los sentidos. Cada alma padece sufrimientos terribles e indescriptibles, relacionados con la forma en que ha pecado. Hay cavernas y hoyos de tortura donde una forma de agonía difiere de otra. Yo me habría muerto ante la visión de estas torturas si la omnipotencia de Dios no me hubiera sostenido.
Debe el pecador saber que será torturado por toda la eternidad, en esos sentidos que suele usar para pecar. (161) Estoy escribiendo esto por orden de Dios, para que ninguna alma pueda encontrar una excusa diciendo que no hay ningún infierno, o que nadie ha estado allí, y que por lo tanto nadie puede decir cómo es. Yo, Sor Faustina, por orden de Dios, he visitado los abismos del infierno para que pudiera hablar a las almas sobre él y para testificar sobre su existencia. No puedo hablar ahora sobre él; pero he recibido una orden de Dios de dejarlo por escrito. Los demonios estaban llenos de odio hacia mí, pero tuvieron que obedecerme por orden de Dios. Lo que he escrito es una sombra pálida de las cosas que vi. Pero noté una cosa: que la mayoría de las almas que están allí son de aquéllos que descreyeron que hay un infierno. Cuando regresé, apenas podía recuperarme del miedo. ¡Cuán terriblemente sufren las almas allí! Por consiguiente, oro aun más fervorosamente por la conversión de los pecadores. Suplico continuamente por la misericordia de Dios sobre ellos.
Oh mi Jesús, preferiría estar en agonía hasta el fin del mundo, entre los mayores sufrimientos, antes que ofenderte con el menor de los pecados".
Ana Catalina Emmerick dice que es “un país de infinitos tormentos, un mundo horrible y tenebroso “. Muchas veces, cuando ella iba al cementerio a orar por las almas, sentía quiénes estaban condenadas. Dice: “Veía salir como un vaho negro que me estremecía de algunos sepulcros. En estos casos, la idea viva de la santísima justicia de Dios era para mí como un ángel que me libraba de lo que había de espantoso en tales sepulcros “.
Santa Teresa de Jesús nos cuenta: “Un día murió cierta persona, que había vivido harto mal y por muchos años. Murió sin confesión, mas con todo esto no me parecía a mí que se había de condenar Estando amortajando el cuerpo, vi muchos demonios tomar aquel cuerpo y parecía que jugaban con él... Cuando echaron el cuerpo en la sepultura, era tanta la multitud de demonios, que estaban dentro para tomarle, que yo estaba fuera de mí de verlo y no era menester poco ánimo para disimularlo.
Consideraba qué harían de aquel alma, cuando así se enseñoreaban del triste cuerpo. Ojalá el Señor hiciera ver esto que yo ví a todos los que están en mal estado, que me parece fuera gran cosa para hacerlos vivir bien” (Vida 38,24).
Lucía de Fátima cuenta en sus “Memorias” la visión del infierno aquel 13 de julio de 1917: “Vimos como un mar de fuego y sumergidos en este fuego los demonios y las almas, entre gritos y gemidos de pavor. Los demonios se distinguían por sus formas horribles y asquerosas como negros carbones en brasa. Nuestra Señora nos dijo entre bondad y tristeza: Habéis visto el infierno adonde van las almas de los pobres pecadores.
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